Querido Corpi:
Dicen que la vida da muchas vueltas, pero a veces, sólo la muerte consigue cerrar la última. Lee si no:
Juan y José nacieron el mismo día, a la misma hora y en el mismo hospital; los dos eran del mismo pueblo y llegaron a ser los dos más amigos que posiblemente jamás hayan existido. Eran amigos hasta que la muerte les separase. Pero no necesitaron esperar tanto para ese desenlace. Con veinticinco años, Juan se echó una novia, María, una mujer espectacular, inteligente, guapa, con un cuerpo modelado a conciencia por la naturaleza y que había atrapado a Juan hasta el punto de haberle robado el corazón, al que entregó generosamente al amor de María. También José había conocido a una chica, Ana, muy normalita o del montón, como se dice vulgarmente, y con pocas luces. Un día se juntaron para salir a cenar y luego a tomar unas copas y así presentarse a sus respectivas novias; y José, al ver a María, se quedó prendado de aquella belleza. Entonces apreció la diferencia abismal que había entre las dos mujeres y la envidia empezó a corroer, lentamente, pero con la fuerza de un ácido, su corazón. Desde aquel momento decidió que su único objetivo en la vida sería conseguir aquella excepcional mujer. A base de mil artimañas, de gastar mucho dinero, de falsedades y de calumnias hacia su gran amigo, consiguió doblegar la voluntad de María y, un día, cuando Juan llegó del trabajo, los encontró a los dos acostados en su cama. No hubo discusión, ni gritos, ni lágrimas. Los dos traidores salieron por la puerta que se cerró a sus espaldas para no abrirse jamás. José lo había conseguido: María era toda suya y lo único que le quedaba era despedir a Ana.
»José se casó con María al cabo de un tiempo, pero el corazón lo tenía tan emponzoñado que enfermó y la única solución para poder curarse era la de un trasplante. Con la enfermedad también empezaron los problemas en el matrimonio, llegando hasta el extremo de ella abandonar la casa. Ese mismo día, Juan, cuando regresaba del trabajo, tuvo un accidente con el coche y perdió la vida. Le ocurrió cuando, al pasar cerca de la casa de José, vio a una mujer muy guapa y de cuerpo escultural atravesar la calle con una maleta en la mano, con la cabeza gacha y sin mirar si venía algún vehículo; Juan, para evitar el atropello de aquella mujer, giró violentamente el volante con tan mala fortuna que se incrustó debajo de un camión que venía en sentido contrario. En el hospital, los padres de Juan donaron todos sus órganos y dio la casualidad de que el suyo era compatible con el de José. Inmediatamente se puso en marcha el protocolo de trasplantes y se trasladó a José hasta el hospital para hacerle la operación que fue un éxito.
José, después de una vida placentera de más de veinte años con su nuevo corazón, ha venido a hacernos compañía. Por eso esta noche he ido a darle la bienvenida. Detrás de mí también han venido muchos con el mismo propósito, como hace la gente bien educada, pero cuando ha llegado Juan, al que ya conocía desde hacía mucho tiempo, al verlo, le ha dicho alargando la mano hacia él: “devuélveme mi corazón”.